En el caso de Siri Tollerod el colorido intenso se complementa con la belleza de diversos felinos en su trabajo para Vogue Italia de mayo de 2008. A continuación expongo una muestra de estos trabajos.
viernes, 11 de diciembre de 2009
La imagen del gato en los grandes de la moda
En el caso de Siri Tollerod el colorido intenso se complementa con la belleza de diversos felinos en su trabajo para Vogue Italia de mayo de 2008. A continuación expongo una muestra de estos trabajos.
martes, 27 de octubre de 2009
El gato: amo y señor
Porque estas bellas y cimbreantes bestias cuyo esqueleto de doscientos y pico de huesos es sostenido por más de quinientos músculos, se toman la libertad de elegir incluso a quienes merecen hacerles una caricia al pasar. Afortunadamente para los/as humanos/as que se sienten irresistiblemente atraídos/as por los gatos, suele haber coincidencia, amores correspondidos. Sobre todo, si los/as amantes de estos felinos tienen algo que ver con las artes, en particular con la literatura: a los gatos les encantan los libros, los papeles escritos o en blanco –quizás porque les traen halagüeñas remembranzas de cuando eran idolatrados en el Antiguo Egipto–, el rasguido de la lapicera y hasta se bancan con elegancia la pantalla encendida y el sonido de las teclas de la computadora.
Aunque nada les gusta más a algunos mininos –aparte de las aceitunas, la valeriana y el caviar– que acomodarse sobre la mesa en que están esparcidas las hojas y apoyar una patita o parte del cuerpo sobre la que ya tiene algo escrito. En cuyo caso –cualquier cosa antes que contradecir a un gatito tan compañero– lo mejor será proceder como Céline con Bébert: seguir escribiendo en el espacio que nuestro animal favorito de todos los tiempos deja libre... En el siglo anterior al de Céline, Dickens le daba el gusto a su gata Williemina, que lo escoltaba de noche mientras trabajaba: cuando ella apagaba la vela con su pata porque seguramente percibía la fatiga del escritor, él acataba. Gatófila absoluta, Colette reverenciaba el silencio, la fidelidad de esa “sombra de una sombra azulada sobre el papel azul...”. Más cerca en el tiempo, Patricia Highsmith, otra que se identificaba con los gatos, le dedicó una novela a su “querido Spider... que me acompañó a lo largo de la mayoría de estas páginas”.
En esto de evitar importunar a los gatos hay que anotar al mismísimo Mahoma, quien se rindió ante el sueño de su adorado gato Muezza, que se había quedado dormido en un diván, sobre la amplia manga de la túnica de su (presunto) dueño. Mahoma, en un gran gesto que lo honra, prefirió cortar la prenda y posteriormente le concedió al animal la gracia de caer siempre parado, y un buen lugar en el Paraíso.
La invención de lo gatuno
Esas son, entonces, algunas de las cosas que hacen las personas, así sean profetas, por los gatos, esos descendientes del Miacis, animalejo aparecido hace unos 40 millones de años, que se desdobló en cuarenta variedades un millón de años atrás, entre las cuales el Felis Libica y el Felis Silvestris habrían dado origen a nuestros venerados gatos domésticos. A los que también se les pueden disculpar conindulgencia las cortinas desgarradas y la tapicería en hilachas, desde luego menos importantes que sus uñas afiladas.
Pero si prefieren la leyenda, siempre más divertida, tienen que saber que el gato, según la mitología griega –de la que se apropiaron los romanos cambiando nombres–, fue una creación de Artemisa. La diosa, vengativa como toda esta gente del Olimpo, quería poner en ridículo al león que había inventado su hermanito Apolo. Según una fábula de origen musulmán divulgada en Francia, el gato nació de los amores heterogéneos entre un mono galante y una receptiva leona. En cambio, en otra narración, en este caso de corte bíblico, el gato fue estornudado por el león cuando Noé, angustiado porque una pareja de ratones, además de reproducirse a toda máquina, se comía las provisiones del Arca, rogó al Señor un remedio urgente. Et voilà, obtuvo un lindo, ágil y hambriento gatito, que además de cazar ratones tenía unos ojazos que podían funcionar como un reloj: al ponerse el sol, sus pupilas se dilataban para aprovechar al máximo la luz decreciente (es por eso que estos felinos distinguen las formas en penumbras), al amanecer se estrechaban y al mediodía se convertían en una raya. Esos ojos, mezcla de metal y de ágata, en los que Baudelaire, herido de amor, pedía permiso para sumergirse... Ojos que iluminan la Constelación del Gato, descubierta por Joseph Jerome de Lalande en una noche de primavera, hacia fines del siglo XVIII, desde el Observatorio de París. Borges, dos siglos después, en Buenos Aires, en la calle Maipú, entrevió a un gato y le escribió de esta guisa: “Más remoto que el Ganges y el poniente,/ tuya es la soledad, tuyo el secreto/ (...)/ En otro tiempo estás. Eres el dueño/ de un ámbito cerrado como un sueño”.
Con ánimo de amar, porfiar, jugar
Además de inspirar a numerosos pintores, de Watteau a Picasso, de Rembrandt a Foujita, de ser explotados por la publicidad y reproducidos infinitamente en objetos de adorno o de uso práctico, los gatos son personajes esenciales, irreemplazables de la historieta y el dibujo animado. Seguro que hasta muchos de los que padecen de alurofobia –horrible palabra para designar a los que detestan a los gatos– alguna vez disfrutaron con Félix, se compadecieron de Tom o Silvestre –respectivamente martirizados por Jerry y Piolín (Tweety en el original)–, sonrieron con Garfield, espiaron al lascivo Fritz o se quedaron pensando en alguna enigmática frase de Fellini, el gato del argentino Liniers.
En el cine de los años ‘10 del siglo pasado hubo pioneros del dibujo animado que se anticiparon a Disney y a su straight Ratón Mickey con felinos trotamundos como el de Las aventuras del gato negro, de John B. Gray o el Krazy Kat, de Harrison y Gould, a los que siguió unos años después, en los ‘20, el morrongo de la serie Alice, de Disney, con alguna semejanza al Félix de Pat Sullivan, surgido en 1917 con éxito progresivo. Tanto que, además de seguir haciendo líos en la pantalla, en 1923 pasó a la historieta, donde permaneció diez años en periódicos de gran circulación. Felizmente, más gatos que perros dibujados habitaron los cuadritos de los comics, las pantallas de cine y luego de la TV a lo largo del siglo XX. Entre otros, la chispeante Princesa Gatito (The Pussycat Princess), cuento de hadas gatuno ideado en 1935 por Grace D. Drayton para el American Journal (luego continuado por Ruth Carroll), los citados Tom de Hanna y Barbera, Silvestre, Los aristogatos de Disney, el Garfield de Jim Davis, exitosa historieta recientemente convertida en tediosa película (los dibujos de Tom, Silvestre y Garfield se pueden ver actualmente por Cartoon Network, en tanto que el lunático Gato Félix vagabundea por Boomerang, de lunes a viernes a las 13). A su vez, The Cat in the Hat, ambiguo icono norteamericano con cierta impronta onírica de relatos en versos firmados rimados por Dr. Seuss, lo mismo que las ilustraciones,pasó al cine el año pasado, protagonizado por Mike Myers, en una producción exenta de moralina y adecuadamente caótica.
Probablemente, varios de estos felinos le deben algunos rasgos al legendario Micifuz, el Gato con Botas inventado por Charles Perrault en 1697 (luego magníficamente ilustrado por Gustavo Doré), audaz e imaginativo, capaz de crear toda una puesta en escena verbal para lograr que su dueño, hijo de un modesto molinero, se case con la hija del rey y resulta de este modo todo un ceniciento. Por supuesto, para esas fechas Lope de Vega ya había escrito La gatomaquia y Francisco de Quevedo su Cabildo de los gatos. Pero faltaba, entre otros felinos literarios, el extraño gato de Cheshire de Alicia en el País de las Maravillas, de Lewis Carroll (publicado en 1865), que desaparece dejando su sonrisa suspendida en el aire.
Pero si lo que quieren es a un hijo contracultural de los ‘60, no pueden soslayar a Fritz, el escandaloso, anarco, sexualmente liberadísimo (hasta el incesto), fumador de lo que venga. Fue engendrado en la historieta por Robert Crumb, quien, en un rapto alucinado, vendió los derechos al productor Steve Krantz y nunca perdonó la película que realizó Ralph Bakshi –que no estaba nada mal, por otra parte– basadas en su Fritz. Nombre que llevaba el gatito de verdad de Abby, la acomplejada veterinaria de La verdad sobre perros y gatos (1996, de Michael Lehmann). Aunque el mejor gato de carne, hueso y pelo anaranjado que haya habido jamás en el cine fue el entrañable minino de Harry y Tonto (1974), uno de los mejores y menos pretenciosos films de Paul Mazursky con el gran Art Carney, quien se ganó un Oscar que compartió con su canchero coprotagonista. Por supuesto, ningún/a gatófilo/a de ley soporta sin condolerse la visión del semidocumental japonés Chatrán (1987) en cuyo rodaje fueron maltratados alrededor de 35 morrongos.
Cat People
Krazy Cat, sin ser transexual, era gato o gata según la ocasión; La gata sobre el tejado de cinc caliente (1958), sobre Tennessee Williams, era toda una mujer: Liz Taylor, ciertamente en celo (emulada pero no igualada por Jessica Lange en la versión de 1985). En cambio, la que siempre tuvo doble personalidad fue Selina Kyle, alias Catwoman o Gatúbela según la latitud, creada por Bob Kane en 1940, junto con Batman, aunque no de su costilla. Justo dos años antes de que la inquietante mujer pantera de Simone Simon, sugerentemente dirigida por Jacques Tourneur, emergiera en ese film negro de terror implícito llamado Cat People (en video, La marca de la pantera). Título éste que quería usar a toda costa el productor Val Lewton, por lo que incitó a De Witt Bodeen a que escribiese una historia sobre felinos. Así surgió la diseñadora de modas perseguida por la obsesión de haber sido, de ser una pantera, en una soñada conjunción de feminidad y felinidad.
Estas chicas desdobladas en fieras salvajes y voluptuosas acaso guardan en algún estante del inconsciente reflejos de los esplendores del Antiguo Egipto, un par de milenios a.C., cuando reinaba la diosa Bast –Bastet–, con cabeza de gata –tirando a siamesa– y esbelto cuerpo de mujer. Tanto apreciaban a los gatos los egipcios que cuando uno de estos animales moría, además de embalsamarlo, guardaban duelo pelándose las cejas. Conocida es la anécdota de Cambises, rey de Persia, que para vencer fácilmente a los egipcios en el puerto de Pelusio, puso una primera fila de guerreros con gatos en sus brazos. Los lugareños se rindieron con tal de no dañar a los mininos, que siglos después serían objeto, durante la Edad Media, de la furia clerical que los emparentó con el Diablo.
Gatúbela –homenajeada con mucha simpatía en la historieta Caty, de origen misterioso, editada en España en los ‘70– siempre fue una hembra sexy, con su maillot adherente como el de la Musidora en Les Vampires de Feuillade, guantes con uñas incorporadas y botas, la máscara con orejitaspuntudas. En la serie de TV, encabezada por Adam West, Gatúbela fue interpretada con méritos propios por Julie Newmar, Eartha Kitt y Lee Ann Meriwether, quien también estuvo en el largo de 1966.
En el ‘92 llegó Tim Burton con la memorable Batman vuelve y puso de manifiesto toda la morbidez de ese personaje que ambicionaban varias estrellas y que por suerte –vistos los resultados– quedó en garras de Michelle Pfeiffer, en celo permanente con su body negro lustroso tachonado de costurones, tacos aguja y poderoso látigo. Equipo ideal de bondage que la discreta secretaria salvada por una pandilla de gatos se confecciona para volverse una ondulante, fatal villana, atraída y repugnada por ese ratón con alas (o capa) que viene a ser el Hombre Murciélago...
En estos días retorna Gatúbela como protagonista absoluta, en la piel de la morena Halle Berry provista de un traje desgarrado de tosco diseño. Ahora la llaman Patiente Phillips, es diseñadora gráfica y –entre un ciclón de efectos especiales– descubre el secreto de un perverso producto antienvejecimiento que fabrica la imponente empresaria Sharon Stone, cuyo marido y cómplice es el guapísimo francés Lambert Wilson.
Criaturas salvajes
Altivo, garboso y limpísimo, aunque se trate de un ejemplar muy mezclado, gran acompañador de los enfermos, contemplativo o en plena acción movido a veces por el misterioso llamado de la selva, el gato no es especialmente querido por los ricachones ni los poderosos que, en su mayoría, prefieren a los sumisos y un poco obsecuentes perros para así verificar su poder. Pero hay alguna excepción digna de mención: Socks, el gato blanquinegro de Clinton, que contestaba la correspondencia que recibía en la Casa Blanca enviando una tarjeta con su efigie, una frase de agradecimiento por ser considerado el Primer Gato, firmada con la huella de su patita.
A los gatos les gusta la gente creativa, no obstinada en relaciones de fuerza, de posesión y que entonces puede aceptar sin sentirse frustrada que un gato les imponga su forma de vivir. No hace falta que esta gente sea gato en el horóscopo chino para estos felinos la adopten. Además de Borges, entre los escritores locales amantes de los gatos, imposible no mencionar a Olga Orozco y a Osvaldo Soriano, quienes, cómo no, escribieron sobre los que admitieron de buen grado convivir con ellos. Raymond Chandler sostenía, al igual que la pintora Leonor Fini, que nunca le había gustado nadie que no gustara de los gatos.
“Con el perro se busca fidelidad y un trato de respuesta inmediata”, dice el doctor Iael Rudman, veterinario. “En el gato, lo que la gente admira es su independencia, se entabla una relación más de igual a igual, más democrática. No es que el gato sea menos fiel, pero da una compañía con carácter, con decisiones propias.” En otras palabras, como escribió Chandler, “un gato no actúa nunca como si en un mundo muy nublado, uno fuera el único rincón con sol. Ésta es sólo una manera de decir que el gato no es un sentimental, lo que no significa que no sienta afecto”.
Según la experiencia de Eial Rudman, hay gatos que efectivamente se resisten a ciertas personas y pueden crear un problema, ponerse muy agresivos: “Es que son un pedacito de naturaleza que uno está metiendo en la casa, con su parte salvaje. Como un tigre o un león pequeño, que puede ser muy sociable o una verdadera fiera. Pero, casi siempre, los que aman los gatos reciben reciprocidad, y seguro que son más apasionados que los que prefieren los perros. Pueden hacer un verdadero culto, cuentan con más mitología... No es verdad que los gatos detesten a los más chicos: hay más casos de niños lastimados por perros, que al ser más dependientes son mucho más celosos. Es que el gato considera que tiene su lugar asegurado, y su autoestima es muy alta”.
Fuera de los gatos de raza incierta, entre los que se impone el europeo, atigrado o no, los gatófilos locales prefieren a los siameses “aunqueahora se están difundiendo bastante los persas y otros exóticos, de pelo largo y cara chata”, refiere Rudman. Y añade que el gato es un paciente difícil, que no deja maniobrar ni ver signos de su afección: “No demuestran el dolor como lo hace el perro, son reservados a este respecto. Probablemente por tener menos domesticado el instinto salvaje, busca esconderse cuando se siente mal. Su instinto le dice que es una forma de no exponerse a posibles predadores”.
En opinión del especialista consultado, además de un ambiente confortable y correcta alimentación, para estar felices los gatos necesitan auténtica comprensión, que las personas que los quieren sepan ponerse en su lugar. En vez de manuales sobre gatos, aunque alguno sobre comportamientos felinos puede venir bien, Iael Rudman recomienda los poemas de T. S. Eliot que dieron origen a la exitosa comedia musical Cats de Andrew Lloyd Weber, y que figuran en el Old Possum’s Book of Practical Cats. Por ejemplo: “Lo que hay que saber de memoria es/ que un perro no es un gato”, puesto que “un perro, resumiendo, es un alma simple”. Eliot no está de acuerdo con los que dicen que no hay que hablarle a un gato hasta que te hable: hay que hacerlo “pero siempre teniendo en cuenta/ Que él desconfía de la familiaridad./ Yo hago una reverencia/ Y saco el sombrero/ Y me dirijo de esta forma: OH, GATO”. Antes de que el gato condescienda a hacerse amigo, “será necesario hacerle unos cariños/ Que, por ejemplo, pueden ser un plato de crema,/ También, de vez en cuando, es bueno regalarles un poco de caviar...”. Respecto de la cuestión de “ponerle nombre a un gato es un asunto difícil,/ No es sólo un juego de verano/ Ustedes pensarán que estoy loco como el sombrerero/ Cuando le diga: un gato debe tener tres nombres distintos./ Primero está el nombre que la familia usa a diario/ como Peter, Augustus, Alonzo o James/(...)/ Pero les digo, un gato necesita un nombre que es particular/ Un nombre que sea peculiar y más digno de él,/ ¿De qué otra manera podría mantener su cola perpendicular,/ O estirar sus bigotes, o
alimentar su orgullo?/ Nombres de este tipo puedo darles un grupo/ como Munkustrap, Quaxo o Coripat / (...)/ Nombres que sólo pertenecen a un gato./ Pero por sobre todos estos todavía queda un nombre/ (...)/ Un nombre que ninguna investigación humana podrá descubrir,/ Pero que el gato mismo sabe, y nunca confesará...”
Revista Radar, por Moira Soto Domingo, 19 de septiembre de 2004
martes, 6 de octubre de 2009
招き猫, El Maneki-neko
Puede ser vista frecuentemente en tiendas, restaurantes y otros negocios. Suele ser una gato que levanta su pata izquierda invitando a la gente a entrar en los negocios y en la pata derecha una moneda antigua japonesa llamada Koban ((小判)); tiene por lo general un collar con una cascabel que se cree ahuyenta los malos espíritus, elaborada a menudo en porcelana o cerámica, y también actualmente en plástico. En las versiones originales de porcelana, la pata solía estar siempre levantada, aunque en las nuevas versiones de plástico la pata suele moverse de arriba a abajo. También la altura a la que la pata es alzada puede variar de una escultura a otra. Se dice que cuanto más alta sea esta, la llamada del gato atraerá a los clientes desde mayor distancia.
Maneki (招き) procede del verbo maneku (招く) que en japonés significa "invitar a pasar" o "saludar". Neko (猫) significa "gato". Juntos literalmente denotan "gato que invita a entrar". Según la tradición japonesa el mensaje que transmite el gato con el movimiento de su pata es el siguiente: "Entra, por favor. Eres bienvenido".
Hoy en día, existen miles de versiones del Maneki-Neko, desde gatos altos, gorditos, de diversos colores, hasta alcancías o figurines de Hello Kitty.
1)Durante el siglo XVII, en la era Edo, en la época de los señores feudales, existía en Tokio un templo que había conocido días mejores y que tenía serios problemas económicos y estaba semi-destruido. El sacerdote del templo era muy pobre, pero aún así, compartía la escasa comida que tenía con su gato, Tama. Un día, un señor feudal, un hombre de gran fortuna e importancia llamado Naotaka II ((井伊直孝)) fue sorprendido por una tormenta mientras cazaba y se refugió bajo un gran árbol que se encontraba cerca del templo. Mientras esperaba a que amainara la tormenta, el hombre vio que un gato de color blanco, negro y marrón, le hacía señas para que se acercara a la puerta del templo. Tal fue su asombro que dejó el refugio que le ofrecía el árbol y se acercó para ver de cerca a tan singular gato. En ese momento, un rayo cayó sobre el árbol que le había dado cobijo. A consecuencia de ello, el hombre rico se hizo amigo del pobre sacerdote, financió las reparaciones del templo y éste prosperó, con lo que el sacerdote y su gato nunca volvieron a pasar hambre. Tras su muerte, Tama recibió un solemne y cariñoso entierro en el cementerio para gatos del Templo Goutokuji, y se creó el Maneki Neko en su honor. Se dice que un Maneki Neko en el lugar de trabajo, el hogar o incluso una página web atrae la buena suerte y los visitantes.
Colores y significado
Dependiendo la pata que el Maneki-neko levante tiene distintos significados:
Si saluda con la pata derecha:se dice que trae prosperidad y dinero
Si saluda con la pata izquierda, atrae visitas, también se cree que mientras más alto levante la pata, los atrae desde mayores distancias.
Si saluda con ambas patas, protege al hogar o establecimiento.
Dependiendo de su color también tiene distintos significados
Diferentes modelos de Maneki-neko
Tricolor (blanco, negro y naranja). Tradicionalmente es el gato que más suerte da, y se dice que trae fortuna a los viajeros. Como curiosidad, ese tipo de tricolor se llama Calico.
Verde: Atrae la salud y seguridad en el hogar y los buenos resultados en los estudios.
Blanco: Pureza, cosas buenas por venir.
Plata o dorado: Suerte en los negocios.
Azul: Cumplir los sueños.
Rojo: Éxito en el amor y/o ahuyenta lo malo.
Amarillo: Economía.
Negro: Evitar la mala suerte y aumentar la felicidad.
Rosa: Elegir a la persona con quien contraer matrimonio.
Violeta: Sirve para los estudiantes y recién graduados.
martes, 22 de septiembre de 2009
Gatos de ojos dispares
Los turcos describen a los gatos de ojos dispares como “regalos de Alá” o "tocados por Alá". Quizá porque algunos gatitos blancos nacen con marcas de color en su cabeza, las llamadas "marcas de Alá". O tal vez porque Muezza, la gata idolatrada por Mahoma, era un ejemplar blanco de ojos dispares… Según una superstición del pueblo turco, su líder: Mustafa Kemal Atarük (fundador de la república de Turquía), renacerá algún día reencarnándose en un Angora Turco blanco de ojos dispares, uno verde y uno ámbar; estos gatos son reverenciados en Turquía y se conocen con el nombre de Ankara Kedi.
Sin duda, una curiosidad felina que no pasa desapercibida.
jueves, 10 de septiembre de 2009
El gato en el horóscopo chino
El gato doméstico en la cultura del Antiguo Egipto era considerado un animal divino y protector contra las energías negativas igual que la liebre en China. Con el paso de los siglos, y al producrise una fuerte conexión comercial entre Occidente y Oriente desde Vietnam, el Gato también obtuvo una consideración especial allí. El felino se incorpora al calendario por el Emperador Haggis Kang. Por estos motivos el gato aparece a menudo excluido de entre los animales del horóscopo; pero en otras versiones se asimila a la figura de la liebre.
Para un occidental resulta muy extraño que el símbolo del gato pueda ser también cubierto por una liebre o viceversa. El felino y el roedor no parecen poder estar al servicio del mismo grupo; incluso se habla de una bipolaridad con el ejemplo de dar gato por liebre, poniendo a la liebre en el cajón de lo bueno y al gato en la casilla de lo malo, lo falso. Este refrán proviene precisamente de la mala fama de las posadas, hosterías y fondas respecto de la calidad de sus comidas. Era tanto el descrédito de estos lugares, que llegó a hacerse usual entre los comensales la práctica de un conjuro, previo a la degustación, en el que aquellos, parados frente a la carne recién asada, recitaban: "Si eres cabrito, manténte frito; si eres gato, salta al plato". Por supuesto, este "exorcismo" nunca sirvió para demostrar la veracidad de la fama de la posada, pero dio origen a la expresión dar gato por liebre, que con el tiempo se incorporó al lenguaje popular como equivalente de engaño malicioso por el que se da alguna cosa de inferior calidad, bajo la apariencia de legitimidad, dada el parecido de la contextura de estos dos animalitos. Curiosamente, los occidentales damos buena cuenta de la liebre en nuestra gastronomía, igual que los chinos lo hacen con los gatos.
domingo, 26 de julio de 2009
El KattenKabinet
lunes, 15 de junio de 2009
El piano de gatos
"Con objeto de subir el ánimo a un príncipe italiano agobiado por las preocupaciones propias de su cargo, un músico creó para su deleite un piano de gatos. El inventor seleccionó a mininos cuyas voces naturales eran de tonos diferentes y, ordenándolos según esta característica, los dispuso en jaulas uno al lado del otro. Así, cuando una tecla del piano era presionada, un endiablado mecanismo conducía hacia la cola del gato. Al final del dispositivo se hallaba una afilada aguja. El resultado era una melodía de maullidos que se volvía más vigorosa a medida que los gatos desesperaban. ¿A qué ayudaría, sino a reír, una música semejante? De esta forma fue como el príncipe salió de su melancolía".


Debemos recordar que el amor a los gatos es algo relativamente nuevo en el tiempo, y la crueldad hacia ellos no estaba mal vista en épocas anteriores. Aún así, el hecho de que tal aparato se refleje en un libro de brujería no hace otra cosa que reforzar la idea de que dicho artefacto nunca existió, y no es más que un invento curioso.
jueves, 4 de junio de 2009
Gatos de Museo
En ese momento, una de sus colecciones menos conocida, compuesta por alrededor de 50 guardianes implacables, se desliza sigilosamente sobre sus acolchadas patas, paseando entre las estatuas y otras piezas de valor incalculable, dispuestos a detectar cualquier anomalía que tenga lugar en el palacio, preservando los tesoros del museo de la indeseable presencia de ratas y otros roedores. Es la guardia pretoriana del Hermitage.

La presencia de este silencioso ejército en el Palacio de Invierno se remonta a 1745, cuando la princesa Elizabeth Petrovna, hija de Pedro I el Grande, estampa su firma en un decreto ordenando "localizar en Kazan (ciudad situada a 800 Km. al este de Moscú) los mejores y más grandes gatos, y enviarlos a la Corte de Su Majestad, acompañados de una persona encargada de velar por su cuidado y salud". Poco a poco, creció una numerosa población de gatos que mantenía a raya a las ratas en el Palacio. Sin embargo, vinieron tiempos difíciles. Si bien su presencia no se vio afectada en demasía por la Revolución de 1917, estuvieron a punto de desaparecer durante el sitio de Leningrado, anterior nombre de San Petersburgo, en la Segunda Guerra Mundial. Alrededor de un millón de personas murieron durante el sitio a la ciudad por parte de las tropas alemanas, y los animales, incluídos gatos y perros, salvaron a muchos ciudadanos de una muerte segura por inanición. La leyenda dice que, pasada la guerra, un tren especial recorrió toda Rusia reclutando gatos para la conservación y mantenimiento de los palacios.
Con motivo de la existencia de estos animales, el Museo tiene un día de fiesta al año dedicado a sus gatos. La organiza el Club Internacional de Peterburgueses, y con motivo de ella se abren al público los sótanos del Palacio de Invierno, donde los visitantes pueden contemplar exposiciones temáticas dedicadas a los pequeños felinos del Hermitage, y a los propios mininos.
Gatos alados

1- La más común, que se da en gatos de pelo largo. El propio pelo del gato puede formar en el lomo y los flancos del animal enormes enredos si no está debidamente cuidado. Con menor frecuencia, los enredos pueden aparecer también en gatos de pelo corto. Dichos nudos se van uniendo unos a otros a lo largo del tiempo formando una masa que da la impresión de ser alas. Los nudos pueden ser muy incómodos para el gato y nocivos para su salud, pues albergan suciedad y parásitos.
2- La segunda explicación es una afección de la piel llamada astenia cutánea felina o FCA ("piel débil"), que se relaciona con Síndrome de Ehlers-Danlos ("de la piel elástica") en el ser humano. Es una deformidad de la piel caracterizada por anomalías en la elasticidad. Esta enfermedad se debe a un defecto en el colágeno. El colágeno es la proteína que hace que las células de la dermis permanezcan unidas. Un gen recesivo forma la astenia y se ha identificado que en los gatos siameses y de angora es más frecuente. En los gatos que padecen de FCA, los apéndices sólo aparecen en los hombros, muslos o la espalda. La astenia hace que la piel crezca de forma descontrolada y con el tiempo puede llegar a cicatrizar y crear extensiones rígidas a modo de un par de alas abiertas. Los animales con FCA pueden mover sus alas en ocasiones, lo que sugiere la presencia de tejido neuromuscular en las alas, pero en ningún caso la capacidad de volar, ya que las protuberancias carecen por completo de huesos. La colgajos de piel pueden desprenderse muy fácilmente por la falta de colágeno, a menudo sin causar sangrado. Esto explica por qué los gatos con dicha condición "muden" sus alas.


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jueves, 21 de mayo de 2009
El síndrome del "Gato Paracaidista"
"En 1894 la Academia de Ciencia de París solicitó una explicación física para el fenómeno del gato paracaidista: ¿cómo consiguen los gatos caer siempre de pie? El problema es más peliagudo de lo que parece a simple vista. Piense que un gato en caída no tiene puntos de apoyo y es capaz de rotar hasta 180º alrededor de su espina dorsal si comienza su caída de espaldas. Recordemos que el momento angular se conserva en ausencia de fuerzas externas. Es más, se conserva incluso con la presencia de fuerzas externas, si éstas son fuerzas centrales, como la gravedad, la única fuerza externa que actúa sobre el gato en caída libre si despreciamos el rozamiento del aire. Este principio de conservación es el que hace increíble a los ojos de los físicos teóricos los malabarismos imposibles de los gatos en vuelo. Por conservación del momento angular, cada giro que intentara un gato con su parte delantera debería quedar compensado exactamente con la parte trasera, que giraría en sentido contrario. Para un físico teórico el gato debería aterrizar torcido. La solución al entuerto se desveló gracias a cronofotografías, como la que ilustra el icono que nos trae, del fisiólogo francés Étienne Jules Marey (1830-1904).
Recurramos a otro icono de la ciencia para explicarlo. Un patinador de hielo girando sobre sí mismo consigue aumentar su velocidad angular al extender los brazos y lo contrario al replegarlos. Al mover los brazos, el patinador consigue variar su momento de inercia, automáticamente eso varía su velocidad angular para que se conserve su momento angular. El gato hace algo semejante, pero en dos tiempos: primero, si comienza cayendo de espaldas, gira su mitad delantera hacia el suelo. Para que el momento angular se conserve, inevitablemente entonces la parte trasera girará en dirección contraria, como bien sabe el físico teórico. Pero el gato realiza esta contorsión encogiendo las patas delanteras al mismo tiempo que estira las traseras. De ese modo gira muy rápido la parte delantera hacia el suelo, mientras la trasera sólo se gira un poco en sentido contrario. Y segundo, para encarar de forma adecuada la parte trasera, el gato invierte el sentido de los giros anteriores, la torsión, y al mismo tiempo estira las patas delanteras y encoge las traseras.
La astucia felina me recuerda otro problema clásico. La teoría más aceptada que describe el proceso de formación del Sistema Solar puede resumirse así: una inmensa nube de materia interestelar de forma más o menos esférica comenzó su colapso. La concentración de masa en el centro de la nube dio lugar al Sol. A medida que la zona central de la nube se contraía, su velocidad de giro aumentaba, debido a la conservación del momento angular. Alrededor del bulbo central, la nube fue aplanándose a causa de la fuerza centrífuga, formando un disco protoplanetario de gas y polvo del que surgirían los planetas. Lo sorprendente, y aquí está el problema, es que si bien el Sol detenta actualmente el 99% de la masa del Sistema Solar, solo posee menos del 1% del momento angular total. Con los planetas ocurre lo contrario. ¿Cómo es eso posible? Consideremos dos fragmentos radialmente contiguos de gas de la nebulosa en órbita circular. Los fragmentos se rozan transfiriéndose momento angular. La energía se disipa, pero el movimiento angular se conserva. El resultado es que el elemento con menor velocidad angular, gana momento angular, y por lo tanto debe moverse hacia fuera, a expensas de aquél con mayor velocidad angular, que pierde momento angular, y se mueve hacia dentro. ¿No les recuerda esto, en cierto modo, a la estrategia de nuestro gato paracaidista?
Y ahora, una pizca de cuántica (y no será sobre el gato de Schrödinger). A mediados de los años 80 del siglo XX, dos físicos de altas energías, Shapere y Wilczek, fueron los primeros en darse cuenta que el gato volador se comporta como una partícula cargada no abeliana, respecto al grupo no abeliano de rotaciones en el espacio, bajo la influencia del campo gauge correspondiente a la condición momento angular igual a cero. Aunque no haya entendido un carajo de lo anterior (cosa que no le desmerece, lector, porque es imposible en dos líneas), quédese con que es sencillamente maravilloso que la teoría gauge, que había dado tantos dividendos en el exótico mundo de las partículas subatómicas, sea hoy el marco matemático natural para resolver el problema del gato paracaidista y otros semejantes de reorientación.
Y ya que me he puesto muy serio, para contrarrestar, déjenme acabar con un chiste de físicos. Según la ley de Murphy, si una tostada cae al suelo, seguro que aterriza por su cara untada. Por otra parte, todo el mundo sabe que un gato siempre cae de pie. ¿Qué ocurriría entonces si atáramos al lomo de un gato una tostada con su cara untada hacia fuera y lo lanzáramos al aire? Por pura lógica el sistema compuesto quedaría flotando gracias a una especie de antigravedad semejante a la que proporcionaba la cavorita de H. G. Wells… Por cierto, la ley de Murphy para las tostadas ha sido estudiada estadísticamente por el genial matemático Robert Matthews, pero eso es otra historia".
martes, 19 de mayo de 2009
Nepeta cataria: el opio del gato
Es una planta perenne con tallo grisáceo, velluda y ramificada que alcanza 20-60 cm de altura. Tiene hojas opuestas, pecioladas, cordadas, con bordes dentados y peludas por el envés. Las flores numerosas son de color amarillento-rosadas, manchados de púrpura, agrupándose en una espiga laxa pedunculada. La planta desprende un fuerte olor a menta que atrae a los gatos (de ahí su nombre común).
lunes, 11 de mayo de 2009
Significado de los sueños con gatos



domingo, 26 de abril de 2009
Félix, el primer gato astronauta

El 18 de octubre de 1963, científicos franceses lanzaron a "Félix", el primer gato en el espacio, en el cohete sonda Veronique AGI Nº47. El gato fue un macho blanco y negro callejero que recogieron de las calles de París. En su cápsula fue capáz de ascender hasta 120 millas de altitud y volvió en buen estado tras un descenso en paracaídas. Unos electrodos implantados en el gato midieron los impulsos neuronales del cerebro durante su viaje, y esto ayudó a saber más sobre el comportamiento de los cuerpos fuera de nuestro planeta.
sábado, 25 de abril de 2009
Derechos y deberes del gato

- Deberes:
- Derechos:
Enviado por Xany http://nuxa77.spaces.live.com/
lunes, 20 de abril de 2009
Harrison Weir: el padre de las exposiciones felinas

Fue conocido en su día como pintor, ilustrador, diseñador, grabador, y también como autor. Weir fue un artista muy prolífico y sus ilustraciones aparecieron en publicaciones periódicas, libros infantiles, libros de historia natural, y libros sobre los animales domésticos y aves de corral. En 1853 escribe y realiza algunas ilustraciones para la Revista de John George Wood "Ilustración de Historia Natural".

Pero el trabajo por el que fué más conocido fue con el que hizo con el gato doméstico. Organizó la primera muestra felina en Inglaterra, en el Crystal Palace de Londres, en 1871. Él y su hermano, John Jenner Weir, sirvieron como jueces en el show. También diseñó el cartel para este espectáculo. Fundó el Club Nacional de gato en 1887, y fue su primer Presidente y juez hasta su renuncia en 1890.

En 1889, Weir escribió "Nuestros gatos y todo sobre ellos" e ilustra la descripción de variedades de árbol genealógico de la época. Este fue el primer libro de pedigrís de gatos.
