martes, 26 de julio de 2011
El samurái y los tres gatos
Un samurái tenía en su casa un ratón del que no llegaba a desembarazarse. Entonces adquirió un magnífico gato, robusto y valiente. Pero el ratón, más rápido, se burlaba de él. Más tarde el samurái tomó otro gato, malicioso y astuto. Pero el ratón desconfió de él y no daba señales de vida más que cuando este dormía.
Un monje Zen del templo vecino prestó entonces al samurái su gato: este tenía un aspecto mediocre, dormía todo el tiempo, indiferente a lo que le rodeaba. El samurái encogió los hombros, pero el monje insistió para que lo dejara en su casa.
El gato se pasa el día durmiendo, y muy pronto, el ratón se envalentonó de nuevo: pasaba y volvía a pasar por delante del gato, visiblemente indiferente. Pero un día, súbitamente, de un solo zarpazo, el gato lo atrapo y lo mató.
¡El poder del cuerpo y la habilidad de la técnica no son nada sin la vigilancia del espíritu!
lunes, 14 de septiembre de 2009
El libro de los gatos
XXXVII. Enxemplo del leon con el gato.
XL. Enxemplo de la gulpeja con el gato.
LV. Enxemplo de los mures con el gato.
martes, 18 de agosto de 2009
Del gato e del mur
Dijo el rey al filósofo: «Ya oí este ejemplo del homne rabinoso, qué es su cima. Pues dame agora ejemplo de los dos enemigos, cómo se ayudan el uno del otro a la hora de la cuita, e cómo se guardan.» Dijo el filósofo: «Conviene al homne, cuando cayere en manos de sus enemigos, que pugne de haber amor con alguno dellos, e tomarlo por amigo, para vencer con él los otros enemigos; ca non puede ser que el amigo sea todavía amigo, nin el enemigo, enemigo. El amigo, cuando le facen pesar, tórnase enemigo, et el enemigo, cuando vee que le yace pro en su amigo, non finca en su enemistad, e tórnase amigo leal. Et el homne sabio, a la hora de la cuita, face amistad con sus enemigos, e al nescio ciérranse le todas las carreras, así que non sabe razón nin manera por do estuerza, fasta que peresce en nescedat. Et este es el ejemplo del mur e del gato, los cuales se libraron uno a otro.» Dijo el rey: «¿Cómo fue eso?» Dijo el filósofo: «Dicen que en una tierra había un árbol muy grande, que llamaban vairod, et había al pie dél muchos vestíblos, e en sus ramas muchos nidos de aves. Et había a raíz deste árbol una cueva de un mur, que había nombre Vendo, et allí cerca del árbol había un gato, que había nombre Rabí. Et solían allí venir a menudo los venadores e venar aquellos venados et cazar las aves de cerca de aquel árbol. Así que un cazador armó sus lazos, e cayó y el gato. Et en esto el mur salió de su cueva, e andovo buscando qué comiese; e en reguardándose con todo esto, et catando a todas partes muy apercebido, vido al gato estar en los lazos, et fue muy alegre. Desí paró mientes empós desí, e vido un lirón que le vacía en celada, et cató a suso e vido un búho en un ramo del árbol que lo estaba aguardando por lo matar. Et temióse que si se tornase atrás que saltaría en él el lirón, et si se fuese a diestro o a siniestro que lo levaría el búho, et que si fuese adelante que lo prendería el gato; et dijo en su corazón: Debo me ayudar del seso e de las artes de guisa que estuerza deste peligro; ca los corazones de los sabios, mares son profundos, e con ellos saben qué ha entre desamparar se homne a muerte e entre trabajar se de escapar; et cuando son en el vicio non se aseguran de los durar la vida nin se desamparan en la tribulación e en la cuita. Et yo he pensado, e non fallo otra arte por que estuerza deste mal, si non pedir tregua al gato e ganar su amor. Ca él está en grant cuita, que lo non puede otro librar si non yo, et por ventura dar me ha el gato tregua por su pro, e yo otrosí escaparé por él deste mal a que só llegado.» Desí llamó al gato e díjol: «¿Cómo estás?» Dijo el gato: «Ya vees tú cómo estó; pues ¿por qué preguntas?» Dijo el mur: «Non te mentiré, ca el mentir es cosa aborrescida; et por ventura bien querría yo que fueses en mayor estrechura, et que llegase el tiempo de la tu muerte. Mas es acaescido tanto de mal, que me non place por que estás así, et non es ninguno que mejor me pueda librar desto en que estó, e deste tan grant peligro en que estó, salvo tú; et tú otrosí, non hay ninguno que mejor te pueda librar desto en que estás, que yo. Ca yo estó en reguardo del lirón e del búho que me están aguardando, et yo estó flaco que me les non podré amparar. Et si tú me segurares de ti mesmo, e me fueres fiador de me librar de los otros que me tienen cercado, librar te he yo desto en que estás e estorcerás desta prisión. Et plégate desto, et ayúdame a librar a mí e a ti; ca así como yo quiero tu vida por razón de la mía, otrosí tú debes amar mi vida por razón de la tuya, así como escapan los homnes de la mar por las naves, e las naves escapan por los homnes, e así fío por Dios que escaparemos desta tribulación amos, ayudando nos.» Et después que esto oyó decir el gato al mur, sopo que decía verdad, et díjole: «Verdad dices, e yo te guardaré esta merced por siempre, e habré de te lo galardonar.» Et dijo el mur: «Déjame llegar a ti, ca el búho e el lirón, cuando nos vieren atreguados, tornar se han. Et cuando yo fuere seguro dellos, tajaré estos lazos en que yaces.» Et fízolo así el gato, e asegurólo, e el mur llegóse a él. Et cuando el búho e el lirón vieron esto, tornáronse de aquel lugar. Et comenzó el mur a tajar la red nudo a nudo; et en veyendo el gato que non era acucioso en lo tajar, dubdó dél et díjole: «Amigo, ¿por qué non te apresuras en tajar la red? Por ventura que acabaste ya lo tuyo e eres seguro, por esto lo faces. Et si así es, non es fecho de homne justo. Et así como me yo apresuré en te librar, tú otrosí debes te femenciar en librar a mí. Et si te miembras de la enemistad antigua non lo debes facer; ca me has ya probado por bueno, que otro o mejor debe ser loado. E non debes parar mientes a la antigua malquerencia; ca los buenos non tienen mala voluntad, mas son gradescedores del bien fecho; e la merced, segunt ellos creen, amata los muchos pecados.» Dijo el mur: «Los amigos son en dos maneras: el uno es amigo puro, e el otro es el que face amistad de otro en hora de cuita e de nescesidad. Onde el puro amigo debe amar al amigo más que a sí mesmo, e a sus parientes e a su haber; ca es leal por naturaleza. Et el otro, que se toma por hora de cuita, a las veces dura su amor e a las veces desfácese. Et por ende conviene al homne cuerdo que se guarde; ca el que pone amor con su enemigo e fía por él e non se guarda dél, será tal como el homne que come más de lo que debe e non lo sufre su estómago nin lo puede moler, e lazra con ello. Et yo he compartido mi obra, e fíncame un poco por facer; ca toda obra ha sazón e tiempo, et el que face la obra sin sazón e sin tiempo non se aprovecha de su fruto. Et yo tajar te he esta red un nudo empós otro, e dejaré un nudo por ser seguro de ti en guisa que le quiebres tú en tiempo que me non puedes alcanzar cuando salieres de la red.» Et cuando amanesció veno y el cazador a aquel lugar; et el mur, cuando lo vido, comenzóse a esforzar a cortar lo que quedaba de la red, e cortólo; e subió el gato en el árbol, e entró el mur en su forado, e el cazador tomó su rede e fuese su carrera. Desí quiso el mur salir del forado e vido al gato e non se llegó a él. Et llamó lo el gato et díjole: «¿Por qué non te llegas a mí, el mi amigo que tan grand merced me feciste? Ca yo he grant sabor de facer galardonar el bien que me has fecho, et dar te he yo a comer el fruto de tu obra. Pues llégate a mí e non temas, ca non amo más a mí que a ti.» Et juróle que le non buscaría mal. Dijo el mur: «El que non sabe traer su fecho con sus enemigos e con los amigos, face mal a sí e mátase. Et la enemistad e la amistad han lugar, do debe el entendido usar dellas segunt debe. Et el homne entendido non debe poner su amor con el homne que era su enemigo, si non fuere en hora de cuita; ca los fijos de las bestias siguen a sus madres mientre han de mamar dellas, et cuando las pueden escusar fuyen dellas, et el enemigo cuando se torna amigo por esperanza de algunt pro, después que lo acaba tórnase a su enemistad, así como face el agua cuando la escalienta el fuego, que si se parte del fuego tórnase a su friura. Et tú eres mi enemigo natural e tú a mí otro tal. Pues ¿cómo se endereszará amor entre nos? Et yo non sé para qué me hayas tú menester si non para comer me.» Desí comenzó el mur a se reguardar del gato e a ser muy apercebido.
martes, 11 de agosto de 2009
La Reina Blanca de la Ciudad Miau
—Ronronia —dijo el mago—, quiero que te cases conmigo y vivas en mi isla.
El Mago Dragón era un dragón con poderes mágicos que vivía flotando como una isla. Ronronia no quería ir a aburrirse en medio del agua. Además, el verde no era su color favorito.
—Todavía soy joven para casarme —respondió.
—Nunca conocerás a nadie como yo —dijo el mago.
—Eso espero —dijo Ronronia.
—No me hagas enojar —dijo el mago.
—Por qué no te vas al cuerno —dijo Ronronia.
El mago maldijo a Ronronia y la transformó en una gata blanca.
—Serás humana de nuevo —le dijo— cuando un humano se enamore de la gata blanca.
—Miau —dijo Ronronia.
—Miau —saludó Ronronia.
—Lindo gatito —dijo Tertulio acariciándole la cabeza.
—No soy un lindo gatito, pedazo de torpe —dijo Ronronia—. Soy una muchacha transformada en gata por un hechizo del Mago Dragón. Pero Tertulio sólo oyó Miau miau miau, y se cansó de los maullidos, porque no era un príncipe muy paciente.
—Fuera de aquí, gatito —le dijo.
Ronronia se enfadó, le robó la corona y echó a correr.
—Te noto algo raro —le dijo a Ronronia.
Y claro que le notaba algo raro. Los gatos de Vendavalia cambiaban de color según el viento. Eran rojos, verdes, azules o amarillos según soplara viento norte, este, oeste o sur. Cuando soplaba viento de todas partes eran un arco iris viviente. Pero Ronronia era blanca todo el tiempo.
—Sólo soy gata a medias —explicó Ronronia, rompiendo a llorar—. El Mago Dragón me maldijo.
—Ese mago está chiflado —comentó el gato viejo y barbudo.
Una multitud de gatos se había reunido alrededor, cambiando de color en el viento. Todos estaban intrigados por el pelo blanco de Ronronia.
—¿Y qué es esa cosa brillante? —preguntó el gato viejo y barbudo, señalando la corona que Ronronia traía enganchada en la pata.
—Una corona —dijo Ronronia.
—Una gata blanca que tiene una corona en la pata tendría que ser reina de Ciudad Miau—dijeron los demás gatos. Nunca habían tenido reyes ni reinas ni emperadores ni caciques, y la idea les parecía divertida. Micifuces, mininos y morrongos alzaron a Ronronia en andas, la llevaron a Ciudad Miau y la coronaron reina con la corona que ella le había robado a Tertulio.
—Estais chiflados —dijo el gato viejo y barbudo.
Ronronia se sentía feliz de ser una gata reina, pero como sólo era gata a medias, sólo era feliz a medias. Todos los días caminaba hasta la orilla del mar y miraba el horizonte. Y entretanto, del otro lado de ese horizonte, un barco navegaba hacia Ciudad Miau. Era un barco pirata, y allí viajaba el príncipe Tertulio. Este príncipe era hijo del emperador de Salpicondia. Cuando Ronronia le robó la corona en la playa, Tertulio se había alejado de los guardias que lo protegían. Los piratas lo habían visto indefenso y lo habían secuestrado para pedir rescate. En el barco los piratas lo obligaban a escribir cartas al emperador. Ponían las cartas en el buche de un pájaro mensajero y el pájaro se las llevaba al emperador y volvía con las respuestas.
"Papá emperador —escribía Tertulio—, una gata me robó la corona y los piratas me capturaron en la playa."
"Querido papanatas —contestaba el emperador—, no me explico de dónde saqué un hijo tan bobo."
"Papá emperador —escribía Tertulio—, los piratas exigen veinte mil salpicondios de oro a cambio de mi principesca persona."
"Querido zopenco —contestaba el emperador—, con los tiempos que corren, no puedo gastar dinero en principescas tonterías."
"Papá emperador —escribía Tertulio—, estos piratas son buena gente. Me atienden bien y me cuidan mucho. Pero dicen que si no reciben lo que han pedido, me colgarán del palo mayor."
"Querido bodoque —contestaba el emperador—, yo sabía que te sentirías cómodo entre piratas, pues me has pirateado toda la vida. Aquí les mando soga para que te cuelguen."
"Mamá emperatriz —escribió Tertulio—, los piratas están dispuestos a liberarme por sólo diez mil salpicondios de oro."
"Querido badulaque —contestó la emperatriz—, te creerás que tu padre y yo encontramos el dinero en la calle. Diez mil sopapos te voy a dar cuando aparezcas. Esos piratas deben ser amigotes tuyos que quieren plata para ir de juerga."
la playa a tomar vino y a discutir qué harían con Tertulio. El pájaro mensajero esperaba pacientemente en un mástil del barco.
—Este príncipe es un estorbo —dijo un pirata.
—El emperador no quiere pagar nada por él —dijo otro.
—Podría unirse a nuestra banda —sugirió un tercero.
—Ya hay bastantes inútiles a bordo —dijo el capitán.
—Podríamos abandonarlo aquí —dijo otro pirata.
—Sería mejor deshacerse de él —dijo el capitán—. De lo contrario, un día podría buscar venganza.
—No se preocupen por mí —tartamudeó Tertulio—. No soy vengativo.
—No te metas en lo que no te incumbe —dijeron los piratas.
Y continuaron con su lista de sugerencias:
—Podemos ahogarlo.
—Podemos ahorcarlo.
—Podemos azotarlo.
—Podemos decapitarlo.
—La corona —murmuró Tertulio.
—No interrumpas más —dijo el capitán.
—En un momento así habla de coronas —dijo otro pirata—. Admito que tiene coraje.
—Quizá no sea tan inútil después de todo —comentó otro.
—La corona —insistió Tertulio.
—¿De qué corona está hablando? —preguntó el capitán.
Ronronia notó que la habían visto. Dio media vuelta y echó a correr. Tertulio se levantó para perseguirla. Tenía las manos atadas, pero las piernas libres.
—Alto —gritó Tertulio.
—Miau —gritó Ronronia.
—El prisionero se escapa —gritó el pájaro mensajero desde el mástil, y se puso a dormir la siesta.
Ronronia corrió hacia Ciudad Miau perseguida por Tertulio, quien corría perseguido por los piratas. A Ronronia se le cayó la corona, que rodó por la arena e hizo tropezar a Tertulio, que cayó de bruces. Los piratas vieron la corona y se olvidaron del prisionero.
—Es mía —gritó el capitán.
—Mía —gritó otro pirata.
Estaban borrachos de tanto tomar vino. La corona se les resbaló de las manos. Otros dos piratas intentaron atajarla y chocaron de cabeza en el aire. Aterrizaron en la arena y tumbaron a los que venían detrás. La corona dio una voltereta, rebotó en varias cabezas y nuevamente echó a rodar por la playa. Tertulio se repuso del tropiezo, se levantó y alcanzó la corona. Como tenía las manos atadas, la pateó con fuerza para alejarla de los piratas. La corona rodó playa abajo. Ronronia y los demás gatos se habían reunido en un médano para mirar el espectáculo.
—Parece un nuevo deporte —dijo el gato viejo y barbudo.
—Eso debe ser —exclamaron los demás gatos.
Maullando alegremente, se sumaron al alboroto. Cambiando de color, corrían entre los piratas pasándose la corona: un gato azul se la tiró a uno pardo, el gato pardo esquivó a un pirata con parche, el pirata le arrojó un sablazo, el sable se incrustó en la arena; el pardo le pasó la corona a un gato amarillo, el amarillo se puso verde y se la pasó a Tertulio, Tertulio cabeceó, la corona voló, el capitán la enganchó con la punta del garfio, un gato celeste se la quitó con los dientes y la arrojó a los pies del gato viejo y barbudo.
—Miau —gritaron los gatos, es decir—: ¡Gol!
—Están chiflados —dijo el gato viejo y barbudo.
Volvió a arrojar la corona al campo mientras Tertulio aprovechaba para rasparse las ligaduras contra la espada de un pirata tan ebrio que apenas podía tenerse en pie. Esta vez los gatos tomaron rápidamente la delantera, y pronto volvieron a arrojar la corona hacia el gato viejo.
—Miauuu —exclamaron victoriosamente, es decir—: ¡Otro goool!
El gato viejo y barbudo se preparó para devolverles la corona. Tertulio, que se había terminado de desatar, agitó los brazos para que se la arrojara a él. El gato vaciló. La reina blanca maulló una orden. El gato viejo y barbudo obedeció y le tiró la corona al príncipe. Tertulio corrió playa arriba seguido por piratas furiosos y gatos risueños. Ronronia dio otra orden y los gatos empezaron a corretear entre las piernas de los piratas. Los piratas tropezaron, rodaron al suelo y no pudieron levantarse. El vino, los golpes y el ejercicio los habían agotado. Durmieron la mona y despertaron maniatados: Tertulio los había amarrado con la soga que le había mandado su padre y los había puesto a todos a bordo. Ató a uno de ellos al timón y pidió al pájaro mensajero que lo vigilara para que siguiera rumbo a Salpicondia sin desviarse.
—Si intenta cambiar el curso —dijo Tertulio—, dale un picotazo en la cabeza.
El pájaro mensajero, harto de volar de aquí para allá, aceptó con mucho gusto. Tertulio miró su abollada corona y se acercó a la gata blanca.
—Hiciste bien en quitármela —dijo, poniéndole la corona en la cabeza—. Yo soy un haragán que no sirve para príncipe. Te la devuelvo porque te has portado como una reina.
—Miau —dijo el gato viejo y barbudo, es decir—: Estos humanos están chiflados.
—Aunque al menos he sabido recuperarla —agregó Tertulio con cierto orgullo.
—Miau —suspiró Ronronia.
—Qué maullido tan dulce —dijo Tertulio. Alzó a Ronronia con ambas manos—. Mi corona te queda espléndida.
Ronronia sintió una picazón en todo el cuerpo.
—Nunca había visto a una gata tan bella —exclamó Tertulio.
La picazón de Ronronia se volvió comezón.
—Más aún —exclamó Tertulio—. Nunca había visto un animal tan bello.
La comezón de Ronronia se volvió cosquilleo.
—Más aún —exclamó Tertulio—. Nunca había visto una criatura tan bella. —Y añadió, asustado de sus propias palabras—: ¿Es posible enamorarse de una gata que uno conoció en la playa cuando le robaba la corona?
El cosquilleo de Ronronia se convirtió en una electricidad que le erizó el pelaje blanco. Sus patas se alargaron, su cola se acortó, sus pupilas se redondearon, sus bigotes se borraron. el pelo blanco de la cabeza se transformó en cabello rubio, el pelo blanco del cuerpo se transformó en tez blanca.
—Miau —dijo el gato viejo y barbudo restregándose los ojos, es decir—: Estoy chiflado.
Tertulio se sorprendió teniendo en brazos a una muchacha blanca en vez de una gata blanca.
—Miau —dijo la muchacha blanca—. Hola.
Sólo estaba vestida con la corona de Tertulio, que se apresuró a ofrecerle su capa para abrigarla.
—Me llamo Ronronia —dijo Ronronia envolviéndose en la capa.
Tertulio no dijo nada porque estaba totalmente embobado.
Escribió una carta para sus imperiales padres y la puso en el buche del pájaro mensajero: "Papá emperador y mamá emperatriz, he decidido renunciar al trono de Salpicondia para casarme con la reina de Ciudad Miau". La respuesta llegó pocos días más tarde:
Carlos Gardini
miércoles, 5 de agosto de 2009
Las nueve vidas del gato (relato)
Revivió meses más tarde en la misma penumbra cíclica. Tras los mismos matorrales y setos de la calle de atrás. Junto a uno de esos contenedores hiperbólicos de los hoteles. A las puertas de la habitación de una cierta Madame Tarántula con garras en vez de uñas. Se enorgullecía de ello. Dicen que una vez mató a una vendedora de flores y que el único recuerdo fue una gota de sangre roja muy roja en las sábanas de lino blancas, muy blancas. El gato lo vio. Murió en el acto.
Volvió a la vida o eso dijo. Ya cansado de los avatares y repeticiones a cámara lenta de mil jugadas desdibujadas tras el vaho de cristal, de sus ojos de luna guadaña. ¿Qué haría entonces? Andar. ¿Qué otro remedio? Entonces murió de hambre.
Cuarto intento tras tres fracasos. El gato meditó. Se convirtió en mascota de una niña ciega. Cumplió sus deseos e hilvanó verdades con varios hilos de mentira. Maulló, cantó, subió a la luna, la bajo para ella atada a la cola. Le devolvió la vista, le devolvió la vida. Le regalo el Amor. Ése con las mayúsculas que sólo se ve en los cuentos de hadas. Esos que se terminan con las cortinas granates echadas tras un diáfano "fueron felices y comieron perdices". Nunca se sabe qué sucedió después. El gato tampoco lo supo. Cuando cumplió el tercer deseo volvió a morir.
Viernes de la semana. Ya aburrido decidió buscarse un nombre. Por hacer algo. Espió a los vecinos y los escuchó llamar en gritos desesperados a sus más variadas mascotas. En su mayoría perritos diminutos que se llevan a modo de complemento ensartados en los bolsos. Eso de innovar y buscarse un nombre de perro no le convencía. Así que volvió a su propia sangre. Tampoco hubo suerte. Sólo apelativos ridículos al estilo Micifuz que no le terminaron de convencer. Y la punzante manía de ser denominado "cosita" por cierta gótica feliz de cierto apartamento F212 en medio de una nada consumida. Cuánto mejor hubiera sido el opio para ella. Pero el gato hizo caso omiso. Demasiada ocupación en buscarse el dichoso nombre. Tampoco lo lamentó demasiado cuando ella murió a lo Ophelia en la bañera de casa. Finalmente, un día se decidió: Se llamaría Gato. Fácil. Problema resuelto. ¡Oh! La felicidad primera del iniciático paso hacia el autodescubrimiento. Era feliz, era algo, tenía conciencia, tenía un nombre. De felicidad no miró la calle al cruzar y lo atropelló un camión de la basura.
Sexto. Siguió llamándose Gato. Algo que permanecía tras la rueda de infortunios. Digno de agradecer. Pero como ya no lo consolaba en las noches de aburrimiento, decidió dejar el nombre por ahí perdido. Tampoco era tan necesario. Y como no sabía donde tirarlo volvió al callejón trasero del viejo hotel a las puertas de Madame Tarántula. A ese contenedor hiperbólico y lo dejó por ahí. De vuelta a la realidad admiró todo un nuevo circo histérico que la señora de las garras había conseguido hacer enloquecer en sus horas de aburrimiento. "Buena manera de emplear el tiempo" - pensó el gato. Después se subió a una tapia. Como siempre. Por hacer algo. Sopesó diversas opciones. Podía buscar compañía. Podía buscar fama. Adoración. Popularidad. Estuvo bien pensar durante un rato en las diversas posibilidades de futuros prometedores. El único problema es que a la larga lo dejaban tan aburrido como estaba en un principio. Aún peor. Con una posibilidad menos de salvación. Entre tanta meditación metafísica y neuroquímica el gato se cayó de la tapia. De cabeza. Es mentira eso de que los gatos siempre caen de pie.
Cuando volvió a abrir los ojos en el séptimo y último intento lo que más rabia le dio es que nadie le hubiera compuesto una canción como le hicieran antaño al famoso Señor Don Gato (marramiau miau miau sentadito en su tejado). Por lo visto está mucho más celebrado el morir de amor que de neuras psicológicas. Toda una ofensa para el gato. Aún buscando algo con lo que llenar las horas muertas, el gato decidió entonces buscarse una obsesión, ya que las aficiones comunes no cumplían los requisitos. Con lo cual comenzó a considerar los diferentes tipos de suicidios en activo. Hacer aquello que alguien decía: la muerte como una hermosa obra de arte. Un punto y final perfecto para una vida enlodada en la mediocridad. Encontró el suicidio perfecto como encontró el nombre perfecto: tras mucha cavilación. Y por supuesto lo llevó a cabo. En ese preciso instante lo recordó. Y sus ojos de luna guadaña se abrieron de par en par. Resucitó a todos los muertos con sus maullidos lunáticos: Su familia había residido antiguamente en una granja perdida en lo más profundo de Louisiana. Eran americanos, para colmo sin rastro de sangre francesa. Lo que significaba 9 vidas, y otras dos más con las que acabar. Por fortuna o por desgracia los maullidos frenéticos también despertaron a los vivos y una bota de caña salió volando por una de las ventanas que daban al callejón. Cesó su andadura nocturna al topar con la cabeza del gato.
Desde entonces es hombre y responde a nombre de hombre. Desde entonces tiene la piel blanca de quien ha mirado demasiado a la luna y los ojos violeta (¿o fueron verdes?) en su eterna forma de luna guadaña. Desde entonces trabaja en la casa de los placeres de Madame Tarántula envolviendo a los clientes con su Edén de Terciopelo al que, vidas después, consiguió volver. Generalmente encerrado en la habitación violeta, de olores cargados, reclinado en un diván. Probablemente con un cigarrillo Mild Seven entre labios descarnados y los ronroneos todavía de vez en cuando en la traquea. O si no con una copa con una extraña mezcla a base de veneno, mentiras y caprichos en la mano de marfil blanco. También hay chocolate para los clientes y alguna que otra fotografía de caras especialmente bonitas. Perfume a violetas y las luces caídas.Y así las 9 vidas de un gato se quedaron en nada.
lunes, 3 de agosto de 2009
El Gato de Cheshire
El gato es la guía que ayuda cuando Alicia le necesita. Es el arquetipo del sabio que ya ha recorrido muchos caminos y que se ríe de la curiosidad del joven, porque es la misma que él sintió algún día, hace mucho tiempo. Todas las personas nos preguntamos en algún momento hacia donde ir y nos molesta la lógica del gato, absurda pero innegable. El gato es una especie de Destino, aparece y desaparece cuando quiere, sin darnos cuenta puede estar presente a nuestras espaldas. En el capitulo del juego de croquet, vemos que el gato está también por encima de la ley, y que se niega a hacerles reverencias a los reyes. El gato aparece justo en el momento en que Alicia se encuentra en más dificultades.
lunes, 27 de julio de 2009
Los gatos en las fábulas de Esopo
El gato y el ratón viejo
Los gatos y los ratones
Se alababa una zorra hablando con un gato, de que sabía mil medios distintos para preservar su vida, a lo cual contestaba el gato que no era tan sabio, pues sólo confiaba en su ligereza en trepar para salir de cualquier apuro.
Aparecen en esto los perros, y el gato logró escaparse encaramándose a un árbol, pero la zorra, no pudiendo hacer lo mismo, cayó en poder de sus enemigos.
Moraleja: Vale más saber una sola cosa que sea útil, que muchas que no sirven.
Afrodita y la gata
Se había enamorado una gata de un hermoso joven, y rogó a Afrodita que la hiciera mujer. La diosa, compadecida de su deseo, la transformó en una bella doncella, y entonces el joven, prendado de ella, la invitó a su casa.
Estando ambos descansando en la alcoba nupcial, quiso saber Afrodita si al cambiar de ser a la gata había mudado también de carácter, por lo que soltó un ratón en el centro de la alcoba. Olvidándose la gata de su condición presente, se levantó del lecho y persiguió al ratón para comérselo. Entonces la diosa, indignada, la volvió a su original estado.
Moraleja: El cambio de estado de una persona, no la hace cambiar sus instintos.
El cascabel del gato
Un hábil gato hacía tal matanza de ratones, que apenas veía uno, era cena servida. Los pocos que quedaban, sin valor para salir de su agujero, se conformaban con su hambre. Para ellos, ese no era un gato, era un diablo carnicero. Una noche en que el gato partió a los tejados en busca de su amor, los ratones hicieron una junta sobre su problema más urgente.
Desde el principio, el ratón más anciano, sabio y prudente, sostuvo que de alguna manera, tarde o temprano, había que idear un medio de modo que siempre avisara la presencia del gato y pudieran ellos esconderse a tiempo. Efectivamente, ese era el remedio y no había otro. Todos fueron de la misma opinión, y nada les pareció más indicado.
Uno de los asistentes propuso ponerle un cascabel al cuello del gato, lo que les entusiasmó muchísimo y decían sería una excelente solución. Sólo se presentó una dificultad: quién le ponía el cascabel al gato.
- ¡Yo no, no soy tonto, no voy!
- ¡Ah, yo no sé cómo hacerlo!
En fin, terminó la reunión sin adoptar ningún acuerdo.
Moraleja: Nunca busques soluciones imposibles de realizar.
Una añosa y copuda encina daba cómodo albergue a un águila en su copa, a una gata en mitad de su tronco y a una jabalina y sus lechones en el hueco de su raíz. Pacíficamente vivían las tres familias al abrigo del árbol, hasta una mañana en que la gata, pérfida y astuta, subió hasta la copa y habló así al águila.
- En gran peligro estás, querida amiga. La jabalina no cesa de hozar en los terrenos que nos cercan, y presumo que se propone derribar nuestro árbol, para después comerse nuestros hijos cuando los halle en tierra. ¡ Hay que vivir vigilantes!
Y mientras el águila quedaba suspensa con semejante revelación, la jabalina escuchaba de la Gata enredosa el siguiente chisme:
- He hablado con el águila - le dijo -, y de sus palabras deduzco que acecha un momento en que te marches, para bajar y arrebatarte tus lechones. ¡Debes vivir con cautela!
Aguila y Jabalina resolvieron, en vista de las circunstancias, no abandonar ni un solo instante sus casas respectivas. Y como no salían a buscar víveres, el terror maternal les costó la vida. Cuando murieron, la gata y sus hijos se deleitaron con los despojos de aquellos que dieron oídos a cuentos de vencidad.
Las gentes que se dejan arrastrar a las disputas de los chismosos y demagogos son víctimas sin quererlo de su perversidad.
El Gato y los gorriones
Un gato y un gorrión trabaron estrecha amistad desde su más tierna infancia. Algunas veces, no obstante, incomodábase el segundo con el primero, pero el gato se limitaba a enseñar las uñas, y el asunto no tenía otras consecuencias.
Ocurrió cierto día que el Gorrión trabó conocimiento con otro individuo de su especie. Y como ambos eran de carácter pendenciero, se acaloraron una vez y se batieron encarnizadamente. El amigo del Gato llevó la peor parte en aquella lucha, y ciego de cólera, rogó a su antiguo amigo que le vengaze. Hízolo así el Gato, echando la zarpa al Gorrión victorioso y engulléndoselo de dos bocados. Mas sucedió que al probar la carne de pajarillo, que olvidando por un momento los lazos y afectos de la infancia, se engulló seguidamente al gorrión amigo.
En cuestiones de familia no debe pedirse - a ser posible- la intervención de los extraños.
http://www.odisea2008.com/2008/08/fabulas-de-esopo.html
http://www.aamefe.org/esopo.htm
martes, 14 de julio de 2009
El gato, el cuento y la novela:un viaje de ida y vuelta por los géneros literarios
Un ejemplo de esta distancia respecto al mundo real, en lo que se refiere a la relación entre animales y humanos, lo encontramos en El gato con botas de Perrault. A finales del siglo XVII, en 1696, publica el escritor francés Charles Perrault su colección de ocho cuentos Contes de ma mére l’Oye que a partir de 1697 tendrán como título Histoires ou Contes du temps passé, avec des moralités. De los ocho, siete son cuentos populares conocidos en el ámbito europeo, que Perrault cuenta de modo sencillo, aunque no exento de cierta ironía. Entre ellos está Le maítre Chat ou le Chat botté, traducido al castellano por Micifuz el de las botas en la primera edición de 1863, aunque más conocido como El gato con botas. De un modo inmediato, el comienzo del cuento nos pone ante una situación de desequilibrio: «Un molinero dejó al morir tres hijos, y por todo caudal un molino, un jumento y un gato. (...) El mayor se quedó con el molino, el otro con el burro, y al más chico le endosaron el gato, por aquello de que el último mono es el que se ahoga». La reacción del menor es la habitual del ser humano ante el animal en el mundo real: obtener de él el mayor provecho posible, es decir, comérselo y hacerse una gorra con la piel. El gato, que oye este discurso, responde a su amo con la mayor gravedad: «No se apure usted por tan poco, mi amo, que, o pierdo el nombre que tengo, o no ha de quedar usted descontento de su herencia». Así, el gato toma la iniciativa para corregir el desequilibrio inicial, con lo que, frente al propio beneficio como factor regulador de relaciones entre hombre y animal, se instala la convivencia sin fronteras de los seres animados e inanimados, propia del mundo maravilloso del cuento.
El siguiente gato en nuestro recorrido es criatura de E. T. A. Hoffmann y lo encontramos en su novela Lebensansichten des Katers Murr nebst fragmentarischer Biographie des Kapellmeisters Johannes Kreisler in zufälligen Makulaturblättern, publicada en dos partes en 1819 y 1821 respectivamente. Dos son los protagonistas, el gato Murr y el músico Kreisler. Hoffmann, que firma como editor de la obra, nos ofrece en un prólogo la razón de este doble protagonismo. Requerido por un amigo para que se haga cargo de la edición del manuscrito del gato, Hoffmann entrega dicho manuscrito a la imprenta sin fijarse en que el gato ha dejado entre las páginas de su obra hojas arrancadas de un libro que contenía la biografía del músico y que Murr ha utilizado como papel secante o en el que apoyar su propio papel. El resultado es que estos fragmentos de la biografía de Kreisler aparecen intercalados entre las páginas del libro del gato, originando un «verworrenes Gemisch fremdartiger Stoffe durcheinander». Con este prólogo, el genio irónico de Hoffmann amplía y adorna la ficción tradicional del editor de obra ajena, dando a la mezcla de elementos heterogéneos una justificación que de hecho acentúa la falta de vinculación entre ellos.
Y, en efecto, todo parece corroborar esta heterogeneidad. Por lo que se refiere a los protagonistas, nos encontramos con dos caracteres opuestos en los que se refleja el conflicto personal de Hoffmann entre el arte y las circunstancias sociales de su vida y, como consecuencia, su visión dual del mundo. El gato Murr es el perfecto Philister, petulante, autosatisfecho, grandilocuente, pedantesco y corto de miras, deseoso de adaptarse a cualquier entorno, incluso aunque éste sea tan contra natura como el círculo de los perros. Por el contrario, el músico Kreisler es el artista romántico, exaltado, que sólo vive por y para su arte y que está preso en el conflicto irresoluble entre la aspiración a la belleza absoluta y una realidad social que rebaja la creacton literaria al nivel ornamental o de consumo culinario.
o los huesos de pollo. Este materialismo (con el que Hoffmann sin duda también critica su equivalente humano) da lugar de forma paradójica a una reconciliación con el animal, pues en él es un instinto natural, genuino, que destaca y se eleva sobre lo antinatural de lo imitado. Su animalidad es sinónimo de naturaleza intacta y no contaminada, en armonía consigo misma, mientras lo humano aparece no sólo alejado de la verdadera naturaleza (el mundo filisteo), sino inmerso en la profunda desarmonía del hombre consigo mismo y con la sociedad (el conflicto de Kreisler). Por otra parte, el contraste que se produce entre la naturaleza gatuna de Murr y su imitación del antinatural mundo humano está lleno de comicidad, provocando en el lector el efecto liberador de la risa e incrementando así el placer de disfrutar de esta fantástica, polifacética y singular figura por lo que ella es en sí misma.
Como ejemplo de ello, teniendo nuevamente en cuenta el género literarío en que se inscribe, tenemos otra obra con un gato como protagonista: Spiegel, das Kätzchen. Ein Märchen de Gottfried Keller, con la que el autor cierra el primer ciclo de la colección Die Leute von Seldwyla, publicada en 1855. En tanto que obra de autor, se trata de un Kunstmärchen, un género que se constituye con el modelo popular como referente implícito, un hecho que servirá de guía en las reflexiones respecto a la obra de Keller.
Spiegel es un gato listo y prudente que vive satisfecho y feliz con su ama y sólo interrumpe su apacible vida dos veces al año para recorrer los tejados más lejanos impulsado por su entusiasmo donjuanesco. Pero el ama muere y la vida de Spiegel da un vuelco. Sin hogar, sin comida, su estado físico empeora, y con él, el anímico. «Er wurde von Tag zu Tag magerer und zerzauster, dabei gierig, kriechend und feig; alí sein Mut, seine zierliche Katzenwürde, seine Vernunft und Philosophie waren dahin» Cuando el ánimo de Spiegel ha alcanzado su punto más bajo, aparece PineiB, el maestro brujo de la ciudad, y le propone un negocio. PineiB necesita para sus brujerías manteca de gato, pero ésta sólo es efectiva si se consigue "vertragsmälBig und freiwillig von den werten Herren Katzen". PineiB ofrece pues a Spiegel un trato: alimentarlo con mimo hasta que el gato vuelva a estar tan orondo que garantice al brujo una manteca excelente para sus hechizos. No hace falta decir que Spiegel se apresura a aceptar el acuerdo. Este PineiB es un personaje polifacético, cuyas actividades van desde sacar una muela y eliminar verrugas a arreglar el reloj de la iglesia, vender pimienta o prestar dinero con usura, y que sólo se dedica a la brujería. En casa de PineiB y con la buena alimentación, Spiegel va recobrando carnes y fuerzas y, con ellas, su agudeza e ingenio, según la misma ley materialista por la que anteriormente los había perdido. Viéndose ya ante el cuchillo de PineiB, el gato inventa una historia fantástica, con la que consigue despertar no sólo el interés del brujo, sino también su apetito erótico y su codicia hasta el punto de que PineiB está dispuesto a concederle la libertad si le ayuda a conseguir el oro escondido y a la hermosa joven. Spiegel así lo hace, sólo que el oro es un dinero maldito por haber sido conseguido ilegalmente, y la hermosa joven es en realidad una fea y vieja bruja que a partir del día de la boda con PineiB le hace la vida imposible.
que se refiere a la figura protagonista, el gato con botas había emprendido su aventura de modo altruista para ayudar a su amo y compensar así el desequilibrado reparto de la herencia. Spiegel, en un mundo burgués regido por el individualismo, sólo se ayuda a sí mismo para liberarse de la situación a que le ha conducido su extrema necesidad.
De los análisis realizados del gato con botas, del Murr de Hoffmann y del Spiegel de Keller se desprendería a mi juicio lo siguiente. En los tres casos, la figura del gato goza de una identidad propia y una autonomía como figura literaria, que no se agotan en la función implícita que pueda tener con respecto al universo humano. Ciertamente, con distintos rasgos según el género y la época literaria. En el cuento de Perrault, tan próximo al modelo popular, como e] protagonista altruista de una aventura encaminada a mejorar la situación de un desposeído, en un espacio temporal mágico, en el que animales y humanos conviven sin fronteras. En la novela de Hoffmann, como una fantástica y paradójica creación que, gracias a su condición gatuna, por un lado desvela cuán alejado de la verdadera naturaleza está el mundo burgués, y por otro introduce el impulso liberador de la naturaleza auténtica, presente en su animalidad. Y esto sobre el trasfondo de una sociedad burguesa que se está consolidando en base a la escisión del individuo, un tema, por otra parte, característico de la novela de la época moderna. En el cuento de Keller, por último, y con la trastocación de rasgos del cuento popular producida por el marco de la sociedad burguesa, aparece el gato como individuo superior que, a punto de sucumbir ante el principio del beneficio capitalista, utiliza astutamento los puntos débiles de este sistema no para entrar en el mismo juego, sino para liberarse de él. En un mundo en el que el individuo ha pasado a constituirse en mercancía, el animal ofrece una alternativa fantástica y utópica de transformacion.
Los tres gatos tienen, pues, su propio perfil y su propio papel en cada una de las obras, lejos de la tipificación instrumental dcl animal en el genéro didáctico de la fábula. Ciertamente, dan que pensar e incluso se puede decir que cada uno de ellos presenta alternativas dignas de ser tenidas en cuenta por los humanos. Pero no quedan subsumidos pasivamente en esa función, como simples maniquíes expositores de una enseñanza a modo de moraleja de fábula, sino que como figuras literarias plenas, autónomas y rebosantes de vitalidad constituyen un potencial en principio inagotable para la fantasía activa y el disfrute del lector.
martes, 30 de junio de 2009
"Mitsou, historia de un gato": prefacio

Fíjense en los perros: su actitud confiada y admirativa es tal que algunos parecen haber renunciado a sus más antiguas tradiciones caninas para adorar nuestras prácticas y también nuestros errores. Es de hecho eso lo que los vuelve trágicos y sublimes. Su decisión de admitirnos les fuerza a vivir, por así decir, en los confines de su naturaleza, que traspasan constantemente con su mirada humanizada y su hocico nostálgico.

¿Pero cuál es la actitud de los gatos? Los gatos son gatos, simplemente, y su mundo es el mundo de los gatos de principio a fin. ¿Dirían que nos observan? Pero, ¿se ha sabido alguna vez con certeza si realmente se dignan a fijar por un instante nuestra vana imagen en el fondo de su retina? ¿Podría ser que nos devuelvan, al mirarnos, simplemente un mágico desaire de sus pupilas para siempre completas? Es cierto que algunos de nosotros nos dejamos influir por sus caricias zalameras y eléctricas. Pero recordemos la extraña y brusca distracción con la que nuestro animal favorito pone a menudo fin a las efusiones que hubiéramos creído recíprocas. Incluso aquellos privilegiados a quienes los gatos admiten a su lado son rechazados y negados muchas veces y, mientras continúan estrechando contra su pecho al animal misteriosamente apático, se sienten detenidos en la frontera de ese mundo que es el mundo de los gatos, un mundo en el que sólo ellos habitan, rodeados de circunstancias que ninguno de nosotros podría adivinar. ¿Fue el hombre alguna vez su contemporáneo? Lo dudo. Y les garantizo que, a veces, en el crepúsculo, el gato del vecino salta a través de mi cuerpo, ignorándome, o para demostrar a las cosas confundidas que no existo en absoluto.
¿Hago mal, dirán, al mezclarles en estas reflexiones, queriendo al mismo tiempo guiarles hacia la historia que mi pequeño amigo Baltusz les va a contar? Él la dibuja sin palabras, es cierto, pero sus imágenes bastarán con creces para satisfacer su curiosidad. ¿Por qué iba yo a repetirlas bajo otra forma? Prefiero añadir aquello que él no dice. Resumamos no obstante la historia:
Baltusz (creo que tenía diez años en aquella época) encuentra a un gato. Eso ocurre en el castillo de Nyon que, seguramente, ustedes conocen. Se le permite llevarse su pequeño hallazgo tembloroso, y ahí le tenemos viajando con él. En el barco, en la llegada a Ginebra, en Molard, en el tranvía. Introduce a su nuevo camarada en la vida hogareña, lo domestica, lo mima, lo ama. Mitsou se presta, alegremente, a las condiciones que se le proponen, rompiendo de vez en cuando la monotonía de la casa con alguna improvisación traviesa e ingenua. ¿Encuentran exagerado que su amo, al pasearlo, le lleve atado con una burda cuerda? Es que desconfía de todas las fantasías que cruzan por ese corazón de gato, imán, pero desconocido y aventurero. Sin embargo, se equivoca. Incluso el peligroso traslado se lleva a cabo sin ningún accidente, y el pequeño animal caprichoso se adapta al nuevo medio con una docilidad divertida. Luego, de repente, desaparece. La casa se alarma; pero, alabado sea Dios, no es grave esta vez: encuentran a Mitsou en medio del césped, y Baltusz, lejos de reprender a su desertor, lo instala sobre los tubos de la benéfica estufa. Experimentarán lo mismo que yo, supongo, la calma, la plenitud que sigue a esta angustia. Desgraciadamente, no es más que una tregua. La navidad se presenta a veces demasiado seductora. Se comen tartas, un poco sin medida; se cae enfermo. Y para sanar, se duerme. Mitsou, aburrido con tu sueño demasiado largo, en vez de despertarte, se escapa. ¡Qué susto! Afortunadamente, Baltusz se encuentra lo suficientemente reestablecido como para lanzarse a la búsqueda del fugitivo. Comienza arrastrándose bajo su cama: nada. ¿No les parece que muestra mucho valor? Completamente solo, baja al sótano, con una vela que, en señal de investigación, se lleva a continuación por todas partes, al jardín, a la calle: ¡nada! Observen su pequeña figura solitaria: ¿Quién lo abandonó? ¿Es un gato? ¿Se consolará con el retrato de Mitsou que su padre estaba comenzando a bosquejar? No; el presentimiento estaba ahí dentro, ¡y la pérdida había comenzado Dios sabe cuándo! Es definitivo, es inevitable. Vuelve a entrar. Llora. Les muestra las lágrimas en sus dos manos: Obsérvenlas bien.
He aquí la historia. El artista la ha contado mejor que yo. ¿Qué me queda aún por decir? Poco. Encontrar una cosa es siempre divertido; un momento antes no está. Pero encontrar a un gato: ¡es inaudito! Porque ese gato, han de reconocer, no entra nunca totalmente en su vida, como haría, por ejemplo, un juguete cualquiera; mientras les pertenece, se queda un poco fuera, y eso es lo que hace siempre: la vida + un gato, lo que resulta, les aseguro, en una suma enorme. Perder una cosa es muy triste. Podemos suponer que será difícil recuperarla, que se ha roto en alguna parte, que termina en la basura. Pero perder a un gato: ¡No! no está permitido. Nunca nadie ha perdido a un gato. ¿Es posible perder a un gato, una cosa viva, un ser vivo, una vida? Si perder una vida: ¡es la muerte!
Sí, es la muerte.
Encontrar. Perder. ¿Acaso han reflexionado detenidamente acerca de qué es la pérdida? No es la simple negación de ese instante generoso que vino a colmar una espera que ni siquiera ustedes mismos sospechaban. Porque entre ese instante y la pérdida hay siempre lo que se llama –reconozco que con bastante torpeza- la posesión.
Ahora bien, la pérdida, por muy cruel que sea, no puede nada contra la posesión, termina con ella, si quieren; la afirma; en el fondo, no es sino una segunda adquisición, ahora interior y de una intensidad distinta.

Tú lo has sentido, Baltusz; al no ver más a Mitsou, has llegado a verlo aún más. ¿Vive aún? Sobrevive en ti, y su alegría de pequeño gato despreocupado, después de haberte entretenido, te compromete: tuviste que expresarlo con los medios de tu laboriosa tristeza. Por ello, un año después, te he encontrado crecido y consolado. He compuesto la primera parte –un poco caprichosa- de este prólogo para todos los que, sin embargo, te verán para siempre desconsolado al final de esta obra. Para poder decirles: "Estén tranquilos: yo soy. Baltusz existe. Nuestro mundo es sólido.
No hay gatos.
En el castillo de Berg-am-Irchel, noviembre de 1920
Rainer Maria Rilke, Balthus (1921), Mitsou, Histoire d’un chat. Seuil/Archimbaud, 2004, pp. 17-22.