En 1650 el jesuita alemán Athanasius Kircher recoge en su obra Musurgia Universalis el invento del "piano de gatos". Dice así:
"Con objeto de subir el ánimo a un príncipe italiano agobiado por las preocupaciones propias de su cargo, un músico creó para su deleite un piano de gatos. El inventor seleccionó a mininos cuyas voces naturales eran de tonos diferentes y, ordenándolos según esta característica, los dispuso en jaulas uno al lado del otro. Así, cuando una tecla del piano era presionada, un endiablado mecanismo conducía hacia la cola del gato. Al final del dispositivo se hallaba una afilada aguja. El resultado era una melodía de maullidos que se volvía más vigorosa a medida que los gatos desesperaban. ¿A qué ayudaría, sino a reír, una música semejante? De esta forma fue como el príncipe salió de su melancolía".
En la Antología ilustrada de hechicería, magia y de alquimia de Givry Grillot aparece una ilustración de las Brujas, que incluye este curioso piano de gatos. He aquí un fragmento del libro:
"Los gatos tenían un lugar importante en la brujería, en particular los gatos negros, pues se consideraban, y se siguen imaginando, como demonios encarnados o brujas transformadas. ... De ello se deduce naturalmente que cada representación gráfica de un episodio de brujería debe incluir un gato. Podemos destacar al respecto un extraño grabado de Franz Van der Wyngaert. Aquí, el papel desempeñado por los gatos es muy curioso. En primer plano aparecen varios animales que entonan canciones del Sabbath. Una horrible bruja está tumbada en la cama, con un cuervo posado en su cabeza. Otra mujer agachada ante de la chimenea está realizando la lectura de un pergamino. En el centro de la imagen un brujo lisiado toca el instrumento diabólico: es una especie de clavecín que consiste en ocho gatos - la octava - con sus cabezas y patas sobresaliendo, al estilo de un teclado. Detrás de el instrumento, aparece otro hombre que tira de las colas de los gatos, a fin de extraer de ellos un conjunto de diferentes sonidos. Todo esto está bien calculado para producir una cacofonía horrible, el músico no es otro que un demonio, que está claramente simbolizado por la presencia del búho posado sobre su silla".
Debemos recordar que el amor a los gatos es algo relativamente nuevo en el tiempo, y la crueldad hacia ellos no estaba mal vista en épocas anteriores. Aún así, el hecho de que tal aparato se refleje en un libro de brujería no hace otra cosa que reforzar la idea de que dicho artefacto nunca existió, y no es más que un invento curioso.
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