jueves, 4 de junio de 2009

Gatos de Museo

El museo del Hermitage, en San Petersburgo, es conocido por albergar en sus galerías una de las mayores colecciones de obras de arte del mundo. Sin embargo, poco se sabe de lo que ocurre tras sus puertas cuando éstas cierran al público.
En ese momento, una de sus colecciones menos conocida, compuesta por alrededor de 50 guardianes implacables, se desliza sigilosamente sobre sus acolchadas patas, paseando entre las estatuas y otras piezas de valor incalculable, dispuestos a detectar cualquier anomalía que tenga lugar en el palacio, preservando los tesoros del museo de la indeseable presencia de ratas y otros roedores. Es la guardia pretoriana del Hermitage.

La presencia de este silencioso ejército en el Palacio de Invierno se remonta a 1745, cuando la princesa Elizabeth Petrovna, hija de Pedro I el Grande, estampa su firma en un decreto ordenando "localizar en Kazan (ciudad situada a 800 Km. al este de Moscú) los mejores y más grandes gatos, y enviarlos a la Corte de Su Majestad, acompañados de una persona encargada de velar por su cuidado y salud". Poco a poco, creció una numerosa población de gatos que mantenía a raya a las ratas en el Palacio. Sin embargo, vinieron tiempos difíciles. Si bien su presencia no se vio afectada en demasía por la Revolución de 1917, estuvieron a punto de desaparecer durante el sitio de Leningrado, anterior nombre de San Petersburgo, en la Segunda Guerra Mundial. Alrededor de un millón de personas murieron durante el sitio a la ciudad por parte de las tropas alemanas, y los animales, incluídos gatos y perros, salvaron a muchos ciudadanos de una muerte segura por inanición. La leyenda dice que, pasada la guerra, un tren especial recorrió toda Rusia reclutando gatos para la conservación y mantenimiento de los palacios.

Para el Hermitage, los gatos son como el resto de los empleados. "En los sótanos de nuestro museo viven 50 gatos, para cuyo cuidado se ha creado un fondo especial de amigos de los felinos del Hermitage", indica el director de la galería, Mijaíl Piotrovski. Según sus palabras, "estos bigotudos guardianes están oficialmente al servicio del museo, reciben sus raciones de comida y, en caso de necesidad, atención veterinaria". Asimismo, señala que el número de gatos está rigurosamente limitado y "si se reproducen en exceso, son trasladados a otro lugar dispuesto para ello por el fondo especial". "El lugar en el que viven también esta controlado. No se pasean libremente, viven en los sótanos y, cuando hace buen tiempo, toman el sol en los patios del museo, donde se les puede ver".

Con motivo de la existencia de estos animales, el Museo tiene un día de fiesta al año dedicado a sus gatos. La organiza el Club Internacional de Peterburgueses, y con motivo de ella se abren al público los sótanos del Palacio de Invierno, donde los visitantes pueden contemplar exposiciones temáticas dedicadas a los pequeños felinos del Hermitage, y a los propios mininos.

2 comentarios:

  1. ¡¡Ooooh!!
    ¡¡¡Quiero ir a ese museooooo!!!
    ¡¡Me encanta, tienen a los gatitos super cuidados y hasta tienen un fondo para alimentarlos y llevarles al veterinario!!

    Decidido, mi próxima visita internacional, San Petesburgo.
    Dudaba entre ella y Moscú, pero los gatos han inclinado la balanza.

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  2. Yo con gatos o sin ellos también quiero ir, tiene que ser impresionante, tanto la ciudad como el museo. Ve mirando la fecha en que cae el día gatuno y vamos, jiji

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